De cómo me fui de allí


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En un agradable poblado -y así vive en mi recuerdo- donde abundan las bolsas de basura y los chivos caminan por las calles como si fueran personas. Me crié. Varios episodios de esos deliciosos años de calor, clases de tennis y aire acondicionado, vienen a mi mente en este momento. Pero sólo uno de éstos les contaré hoy, que además es la razón por la cual ahora vivo en la ciudad... la capital... la metrópoli.

Es que a los nueve años, seguramente acostada en la cama y tomando un jugo de tamarindo, veía televisión; justamente: el noticiero. Una hermosa mujer con cabello negro y sus manos sobre un escritorio mira fijamente como si supiera que la observo, no la escucho, sólo la veo... "desde la autopista regional del centro nos reporta fulanita de tal", y allí aparece una muchacha que en medio de un caos vial, con micrófono en mano, describía con detalle casi técnico la situación que mostraban las imagenes.

Mami... cómo se llama ese trabajo?

Periodista, hija, esa muchacha es periodista

Hay yo quiero ser eso...

Algunos años después, en la misma casa, cuando la calma más profunda vela por el sueño de todos -mayormente de aquellos que vivimos en ese pueblo- interrumpe una llamada teléfónica y anuncia que hay (por su puesto en la ciudad) un Golpe de Estado. Nunca más fui la misma...

Por televisión pudimos ver tooodo, era como si estuviéramos en medio de eso. Periodistas, camarógrafos y fotógrafos se encargaron de ser los ojos, oídos e incluso piernas y carne de todo un país en sosobra... "¡Cuidado Wildejon!, Cuidado Wildejon!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!" fue el grito que nunca olvidaré, un joven reportero gritaba a su aguerrido camarógrafo que corriera... la bomba les iba a caer encima.

Si, pensé, definitivamente yo quiero ser periodista. Quiero vivir en la ciudad. Quiero hacer lo que ellos hacen aunque me muera de miedo. Quiero estar donde pocos pueden. Quiero saber lo que sólo algunos saben. Quiero tener el criterio para no creer en discursos. Quiero leer entre líneas. Quiero ser valiente. Quiero dejar huella. Quiero participar... quiero ser...

Después de algunos más años, puedo decir con propiedad que no me equivoqué, que la verdad la saben sólo pocos, y que las desiciones las toman esos mismos. Y que con el simple hecho de tener la oportunidad de ser una "vecina" de toda esa situación, vale la pena vivir, vale la pena ser periodista.

Ahora vivo en la ciudad. Lo logré


1 Responses to “De cómo me fui de allí”

  1. Anonymous Anónimo 

    Cito dos fragmentos del interesante ejemplar: “Sobre la televisión, Pierre Bordieu, Editorial Anagrama”:

    (…) Ocurre que el tiempo es un producto que va extremadamente escaso en la televisión. Y si se emplean unos minutos tan valiosos para decir unas cosas tan fútiles, tiene que ser porque esas cosas tan fútiles son en realidad muy importantes, en la medida en que ocultan cosas valiosas. Insito sobre este particular porque, como es bien sabido, hay un sector muy importante de la población que no lee ningún periódico, que está atado de pies y manos a la televisión como una fuente única de informaciones. La Televisión posee una especie de monopolio de hecho sobre la información de las mentes de esa parte nada desdeñable de la población. Pero al privilegiar los sucesos y llenar ese tiempo tan de vacuidad, de nada o casi nada, de se deja de lado las noticias pertinentes que deberían conocer el ciudadano para ejercer sus derechos democráticos.

    (…) A veces me entran ganas de corregir cada palabra que dicen los presentadores, porque hablan a menudo a la ligera, sin tener la más mínima idea de la complejidad y la gravedad de lo que dicen ni de la responsabilidad en que incurren ante miles de telespectadores al utilizar determinadas palabras sin comprenderlas y sin darse cuenta de que crean fantasmagorías, temores, fobias o, sencillamente, representaciones equivocadas.) Los periodistas, a grandes rasgos se interesan por lo excepcional por lo que es excepcional para ellos. Lo que puede ser banal para otros pierde ser extraordinario, y al revés.

    Saludos.

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